WTF?! “¿Qué es esto?” ¡Vuelve a la entrada principal, muggle!
Aviso: puede que esta historia no sea tan divertida coma las anteriores, y puede que yo me haya convertido en un «pseudofamoso creidillo» de Internet. Pero en honor al estreno del cómic In the pit, compartiré con vosotros este pequeño relato lleno de mutantes y palabrotas.
Pensaba que iba a ser perfecto… Mis cinco jugadores menos propensos a causar problemas estaban conmigo: El Capullo, El Pervertido, El Cagón, El Gordito y El Rehabilitado (anteriormente conocido como El Alcohólico). Nos habíamos reunido en el apartamento de El Pervertido.
Durante una temporada El Pervertido y El Disgusto habían compartido piso, pero El Disgusto encontró algo más barato: se mudó a una comuna de jugadores de Star Trek en vivo. No sabíamos qué pasaba en el interior de aquella granja pintada de manera extravagante, pero fuese lo que fuese era muy inmersivo… en el peor sentido de la palabra.
Con El Disgusto ausente (excepto por un cierto olor a ropa interior masculina sin lavar que a ratos flotaba en el ambiente) tuve la oportunidad de intentar dirigir algunas campañas libres de ninjas. Y el juego que íbamos a probar esa noche era uno que había ansiado dirigir desde hacía mucho tiempo.

El Gordito: «Gamma World (1), qué maravilla.»
Yo: «Y es la primera edición.»
El Capullo: «Yo solía tener una copia de ese juego. Iba a dirigir una partida, pero le presté las reglas a Psicópata Dave y él las vendió a una tienda de libros de segunda mano…»
El Cagón: «¿Te refieres a la tienda de libros usados de Mildew?»
El Capullo: «Sí. Siempre quise volver a comprárselos, pero para cuando conseguí ponerme al día con el Club de Literatura y Música de Columbia, alguien ya se los había llevado.»
Yo: «Yo lo compré en la tienda de Mildew.»
El Rehabilitado: «Psicópata Dave te hizo esto un montón de veces, ¿verdad?»
El Capullo: «Sí.»
Yo: «Lo siento, Capullo.»
El Capullo: «No pasa nada, al menos aún conservo mi copia de Cyborg Commando.» (2)
El Gordito: «Sí, es un consuelo.»

Está considerado como uno de los peores juegos de rol jamás publicados, y, a juzgar por la portada, no me extraña en absoluto.
El Rehabilitado: «Bueno, ya sabes lo que dicen… ¡mal de cyborgs, consuelo de tontos! ¡Ja, ja!»
Yo: «Bueno, vale… vamos a crear esos personajes.»
Un rato después, tenía cinco nuevos PJs esperándome.
El Capullo: «Mi personaje es un humano mutante con inteligencia superior y hemofilia.»
El Gordito: «Mi personaje es un humano normal, que idolatra la obra de Roland Dahl.» (3)
El Cagón: «Yo jugaré con un cactus mutante. Su única posesión es una pequeña carreta roja en la que se sienta. La mueve con telequinesis.»
Yo: ¿Por qué…?
El Cagón: «¡Porque nadie atacaría a un cactus! ¡Es brillante!»
El Pervertido: «Yo he creado un humanoide mutante. Sus mutaciones son: tamaño reducido, miembros múltiples y miembros alargados. He hecho este dibujo, ¿ves?»
(breve pausa horrorizada)
Yo: «¿Se llama Doctor Octopolla?»
El Pervertido: «Sí, es como el Doctor Octopus, sólo que camina sobre sus…»
Yo: «Ya lo cojo.»
El Pervertido: «Son realmente grandes, y él es muy pequeño, y tiene ocho, y cuando necesita dar un salto con propulsión o un arma a distancia todo lo que tiene que hacer es…»
Yo: «¡SIGUIENTE!»
El Rehabilitado: «Yo jugaré con un humano normal, con apariencia normal, atributos normales y ninguna mutación. Su nombre es Aventurero Juan Érico.»
Yo: «Eso es…»
El Rehabilitado: «¡Ja, ja! ¿Lo coges? ¡Aventurero Juan-Érico! ¿Lo coges? ¡Aventurero genérico! ¡Ja, ja!»
Yo: «¿Qué tal si vamos empezando?»
El escenario que había planeado iba a ser una misión simplona para introducir a los jugadores en el mundo de la campaña, con escaso o ningún peligro real. Les expliqué que todos sus personajes vivían en una aldea llamada Roñavilla en las afueras de un bosque. La vida transcurría con tranquilidad, pero la aldea se había quedado muy corta en suministros médicos. Así que mandaron a los PJs de camino a la Gran Ciudad, en la boca del río, para que adquiriesen los preciados suministros. Todo marchaba a pedir de boca hasta que acabamos el primer combate.

Por cierto, Tim Burton está a punto de terminar una nueva versión de la historia, (que esta vez conservará el título original del libro). La pregunta es, ¿quién será recordado como el mejor Willy Wonka? ¿Gene Wilder, o Johnny Depp? Se aceptan apuestas.» No sabemos quién sería mejor Willy Wonka, pero sí nos hacemos una idea de lo que ha llovido desde que se tradujo por primera vez este texto, ¿verdad?
El Cagón: «¡Dios mío! ¡Casi nos matan a todos!»
El Gordito: «Una lucha a vida o muerte contra canarios de dos metros de alto armados con fusiles de asalto. ¿Cómo podría el apocalipsis traer tanta ironía?»
El Pervertido: «Lo de que nadie atacaría a un cactus no ha durado mucho.»
El Cagón: «No me atacaron, es que vosotros me estábais usando como escudo, ¡cabrones!»
El Rehabilitado: «Mi personaje esparce los cuerpos por el campo mientras canta: ‘Pajaritos por aquí, pajaritos por allí…’ ¡Ja, ja!»
Yo: «Creí que habías dicho que el humor era una parte importante de tu terapia.»
El Rehabilitado: «Lo es.»
Yo: «Bueno, pues avísame cuando empieces.»
El Rehabilitado: «¡Ja, ja! ¡Y pensar que decían que eres un fracasado calvo sin sentido del humor!»
Yo: «¿Qué?»
El Capullo: «Mi personaje intenta parar sus hemorragias.»
El Pervertido: «Mi personaje intenta ayudarle.»
El Capullo: «Si alguno de los miembros de tu personaje me toca, gritaré.»
Yo: «Bueno, ¿vais a acampar para pasar la noche?»
El Pervertido: «Sí, creo que es una buena idea. Y creo que deberíamos reconsiderar nuestros planes. ¿Quién tiene el mapa?»
El Capullo: «Creo que mi personaje lo está usando como torniquete.»
Los personajes de los jugadores acamparon a las sombras de unas ruinas. Tras alisar y secar el mapa empezaron a hacer planes.
El Cagón: «Creo que deberíamos volver. Este sitio es peligroso.»
El Rehabilitado: «Dices eso en todas las partidas.»
El Cagón: «¡No, no es verdad!»

El Capullo: «Es lo mismo que dijiste aquella vez que jugamos al juego de Rocky y Bullwinkle.» (4)
El Cagón: «Y tenía toda la razón. El señor Peabody tenía una mirada enloquecida.»
El Pervertido: «Nos han encomendado una misión de socorro. No podemos dejar que una horda de canarios asesinos nos afecte.»
El Gordito: «Mirad el mapa. Me parece que estamos dando un buen rodeo para ir a la Gran Ciudad.»
El Capullo: «Creía que este era el único camino.»
El Pervertido: «Dejadme ver… Oye, tiene razón, estamos dando un buen rodeo. Este viaje nos está tomando más de una semana, y lo podríamos hacer en tres días si atajásemos por aquí y tirásemos en línea recta hacia la Gran Ciudad.»
Yo: «¿Queréis atajar a través del Desierto de la Muerte Segura?»
Los jugadores hablaron brevemente entre ellos. En sus susurros pude oír el sonido de una campaña deshaciéndose en pedacitos.
El Pervertido: «Sí.»
Yo: «Dejad que os lo pregunte otra vez. ¿Queréis tomar un atajo a través del Desierto de la Muerte Segura? Ya sabéis, esta parte del mapa, aquí, con todos estos símbolos de radiación y peligro por contaminación biológica?»
Una vez más los jugadores hablaron brevemente entre ellos. La sutileza no estaba haciendo efecto, así que mientras cuchicheaban señalé al mapa e hice ruidos de película de miedo.
El Pervertido: «Sí.»
Yo: «Muy bien. ¿Hay algo más que queráis hacer antes de que vuestros personajes se echen a dormir? Después de todo, querréis levantaros bien temprano para empezar vuestro viaje a través del Desierto de la Muerte Segura. Repito: Desierto de la Muerte Segura.»
El Capullo: «Yo intento no perder tanta sangre.»
El Pervertido: «Mi personaje tiene que realizar unos complejos rituales de acicalamiento.»
El Cagón: «Mi personaje se esconde en un rincón de espaldas a una pared.»
El Rehabilitado: «Yo me acuesto detrás suyo para estar… ¡entre la espalda y la pared! ¡Ja, ja!»

Pues bien, en Charlie y la fábrica de chocolate hay un MacGuffin llamado the Everlasting Gobstopper, la más preciada y codiciada invención del maestro de los dulces, Willy Wonka: un caramelo que puedes chupar y chupar, morder y morder, y nunca se acaba. Mmmmm..
El Gordito: «Mi personaje evangeliza sobre el misterio sagrado del Caramelo Interminable.» (5)
Por la mañana, los personajes jugadores abandonaron su acampada y entraron en el Desierto de la Muerte Segura. De repente, las encuentros de combate se doblaron en frecuencia y en ferocidad. Pensé en todos los encuentros «de roleo» que había preparado para este escenario. Me imaginé a todos esos personajes no jugadores de pie a la vera del camino, esperando aburridos como actores a los que nadie daba un guion. Y fue después de una lucha particularmente dura contra algunas pulgas gigantes que sufrimos nuestra primera baja.
El Capullo: «Bueno, pues ya está. Me desangré hasta morir.»
El Pervertido: «Sí, por ese muñón que tienes en lo alto del cuello.»
El Cagón: «No creía que fuese posible que un cactus se meara encima.»
El Rehabilitado: «¡Los dados me sonríen esta noche!»
El Gordito: «Cojo algunos trozos de chocolate y le ofrezco los últimos ritos al personaje de El Capullo.»
Yo: «¿Pero cómo…?»
El Gordito: «…en el nombre de Wonka, amén.»
Siempre supe que jugar a juegos de rol me iba a mandar al infierno, pero hasta ese momento nunca estuve seguro del cómo y el porqué.
El Capullo: «¿Puedo hacer otro personaje?»
Yo: «¿Y cómo vas a encontrarte con el resto del grupo?»
El Gordito: «A lo mejor vive aquí.»
Yo: «¿En el Desierto de la Muerte Segura?»
El Rehabilitado: «A lo mejor le gustan las casitas a pie de playa. ¡Ja, ja!»
Yo: «Lo siento, pero es que no tiene ningún sentido.»
El Capullo: «No, no pasa nada. Supongo que debería irme a casa.»
El Cagón: «Eh… yo te iba a llevar.»
El Capullo: «Caminaré.»
El Rehabilitado: «Está nevando, y ya sabes el dicho… a mal tiempo, qué putada. ¡Ja, ja!»
El Capullo: «Cogeré el autobús.»

El Gordito: «Es domingo por la noche, y el último autobús ya vino y se fue como una serie de televisión programada como relleno y protagonizada por Charo y Emmanuel Lewis.» (6)
El Capullo: «Pues haré autostop.»
El Pervertido: «¿Sabes lo que podría pasarle a una cosita tan sexy como tú?»
(breve pausa horrorizada)
El Pervertido: «¿Qué pasa?»
Yo: «Está bien. Dejaré que El Capullo haga otro personaje si no volvemos a mencionar ese último momento nunca jamás.»
El Capullo hizo otro personaje con una facilidad nacida de la práctica, mientras el resto del grupo deambulaba por el Desierto de la Muerte Segura como un chiste en busca de una frase graciosa. Su personaje era un humano normal con un mínimo de puntos de vida, viviendo en solitario en medio de un desierto yermo y mortal. No había por dónde cogerlo, pero ¿y yo qué sabía? Tan sólo era el máster.
El Capullo: «Mi personaje decide abandonar su mierda de granja y se une al grupo.»
El Rehabilitado: «¿Y por qué iba nadie a cultivar mierda en una granja? Bah, ¡a la mierda con eso! ¡Ja, ja!»
El Gordito: «La felicidad de encontrar a un nuevo compañero me impulsa a cantar. Oompa Loompa Dumpity-Di, tengo una pregunta que hacerte a ti. Si tienes una granja con un trozo de tierra, ¿por qué te dedicas a cultivar mierda? Si quieres podrías…» (7)
El Pervertido: «Le mato.»
Bueno, supongo que era inevitable.
Hubo otra pausa mientras El Gordito hacía un nuevo personaje, una prostituta invertebrada mutante llamada Vespa. Vespa y el Doctor Octopolla se hicieron amigos rápidamente; el resto del grupo se limitó a sentir escalofríos, incluso el cactus. Su viaje a través del Desierto de la Muerte Segura continuó.

¿Y qué son los Oompa Loompas? Pues unos tipos muy bajitos, de piel naranja y pelo verde, que cada dos por tres rompen a cantar, siempre con la misma melodía:
Oompa Loompa doompadee doo,
I’ve got another puzzle for you.
Oompa Loompa doompadah dee,
If you are wise you’ll listen to me.
What do you get from a glut of TV?
A pain in the neck and an IQ of three!
Why don’t you try simply reading a book?
Or could you just not bear to look?
…y así todo el rato. Escalofriante.
Yo: «De acuerdo, ¿qué hacéis?»
El Pervertido: «Yo me adelanto para explorar y buscar encuentros.»
El Cagón: «¿Estás loco?
El Pervertido: «¿Qué?»
El Cagón: «Estás buscando activamente encuentros de combate.»
El Pervertido: «No, mi personaje se está adelantando para asegurarse de que no nos emboscan.»
El Cagón: «Pero al hacer eso estás provocando que nos embosquen. Estás cambiando una decisión del máster por el resultado de una tirada de dados.»
El Pervertido: «¿Y cómo va a saber eso mi personaje? ¿Acaso me estás diciendo que lo menos que sepas, lo más seguro que estás?»
El Gordito: «Ese es el lema por el que vivo mi vida.»
Yo: «Bueno, entonces ¿qué vais a hacer?»
El Pervertido: «Me adelanto para explorar.»
El Cagón: «Yo salgo por patas.»
El Capullo: «Para ser exactos, sales por ruedas.»
El Rehabilitado: «¡Y yo salgo por tabaco! ¡Ja, ja!»
Yo: «¿Así que definitivamente te estás separando del grupo?»
El Cagón: «¡Sí! ¡Quiero vivir!»
Yo: «Vale. Pervertido, necesito que hagas algunas tiradas.»
El Rehabilitado: «Tiradas, tiradas y más tiradas. ¡Eh, esto no tira! ¡Pues sigue tirando, que este juego está tirado! ¡Ja, ja!»
Mientras el personaje de El Cagón intentaba volver a casa, el resto del grupo siguió adelante. Se desencadenó otro combate, y un éxito critico se llevó a otro miembro del grupo.
El Pervertido: «¡Noooooooooooooo!»
Yo: «Lo siento. Qué mala suerte.»
El Capullo: «Para cualquier otro personaje, un tiro en la entrepierna no hubiera sido tan malo.»
El Gordito: «Vespa acuna en su pecho sus restos sangrientos, llorando y lamentándose sin control.»
El Rehabilitado: «No es propio de ella saltar como una despollada… ¡Ja, ja!»
El Capullo: «Tío, ese chiste ya lo hicimos hace dos historias.»
Yo: «¡Eh! Nada de hacer comentarios como si esto fuese un relato publicado en alguna parte.»
El Pervertido: «Bueno, ya que todo el mundo se ha hecho personajes nuevos, ¿puedo yo también?»
Yo: «Sí, pero se acabaron los monstruos llenos de penes.»
El Pervertido: «Recuerda estas palabras… algún día existirá todo un género cinematográfico protagonizado por monstruos llenos de tentáculos con forma de pene.»

Yo: «Sí, lo que tú digas. El día que eso ocurra será el día que pueda conseguir porno gratis a través de mi línea telefónica.» (8)
El Cagón: «¿He llegado ya a casa?»
Yo: «Mira, ya te he dicho que la rueda de tu carromato se rompió cuando huías de aquellas marmotas. Estás atascado.»
El Cagón: «¡Pero estoy atascado en medio de un bosque! ¿Cómo voy a sobrevivir?»
El Capullo: «Bueno, eres un cactus…»
El Rehabilitado: «Sí, ¡pero deja de pincharle por eso! ¡Pincharle! ¡Ja, ja!»
Yo: «Deja que te haga una pregunta.»
El Rehabilitado: «Dispara… ¡Pero no me mates, por favor! ¡Ja, ja!»
Yo: «¿Crees que se debería permitir que los pilotos sin licencia pilotaran aviones?»
El Rehabilitado: «¿Qué?»
Yo: «Repito. ¿Crees que se debería permitir que los pilotos sin licencia pilotaran aviones?»
El Rehabilitado: «Pues claro que no.»
Yo: «¿Y debería permitirse que los médicos sin licencia realizaran operaciones quirúrgicas?»
El Rehabilitado: «No.»
Yo: «Entonces, usando esa lógica, quizá deberías dejar que contaran los chistes las personas QUE TENGAN ALGUNA PUTA GRACIA!!! ¿Qué me dices a eso? ¡JA, JA!»
A nadie le sorprendió que El Rehabilitado se marchara corriendo. Intentamos seguir por donde lo habíamos dejado, pero de repente nos dimos cuenta de algo.
El Capullo: «De repente me he dado cuenta de algo.»
El Cagón: «¿Qué deberíais volver a por el cactus?»
El Capullo: «No. Me he dado cuenta de que ahora ninguno de los miembros del grupo viene de la aldea de Roñavilla. No tenemos ningún motivo para llevar a cabo esta misión.»
El Gordito: «Creo que el personaje de El Rehabilitado llevaba el mapa.»
El Pervertido: «Sí, ¿qué hace aquí mi personaje hermafrodita de seis dedos?»
Yo: «Y ya puestos, ¿qué hago yo aquí?»
Después de eso no quedó mucho que jugar. Pero resultó que estábamos atrapados por la nieve, así que nos sentamos durante un rato mientras discutíamos dónde había estado el problema. Todos los jugadores coincidieron en que debería haber habido algún tipo de aviso de que el Desierto de la Muerte Segura podría resultar peligroso.
Al día siguiente cambié los libros de Gamma World por un vale en la tienda de Mildew, y me llevé una copia de Champions. Era el mismo libro de Champions que le había prestado a Psicópata Dave algunos años atrás.
La traducción corresponde al texto The Great Gamma World Death March de Al Bruno III (Ab3), realizada por Jorge Prieto (a.k.a. Reverendo) y recuperada de Archive.org.