Cuando el tóxico eres tú

Me da por saco eso de la gente tóxica y la gente vitamina (o croqueta, como he oído también). Supongo que no soy yo de blancos y negros, pero es que, además, esta percepción se olvida de algo de lo que no se tiene que olvidar: ¿qué pasa cuando el tóxico eres tú?

Yo lo habré sido mil veces, como todos, y podría ponerte multitud de ejemplos, pero recuerdo dos con mucha tristeza.

El primero, se dio en la secundaria con una chica que se llamaba Emma. Pasé la típica época en la que a mí la Emma me gustaba, supongo. No obstante, yo era un chaval muy inseguro, que ocultaba esa inseguridad bajo máscaras (como todo quisqui, vamos) y ella, la chica, ya tendría sus problemas para aguantar tonterías. En mi caso, para conseguir algo de atención, empecé a piropearla de forma directa, con otros compañeros animándome a dar rienda suelta a la estupidez. La realidad es que me comporté como un imbécil, que seguro que molesté o, peor, herí la sensibilidad de esa persona, pero conseguí alguna raspa. La toxicidad tiene múltiples caras siempre, como el miedo y el egoísmo, que es más miedo: disfrazado.

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De adulto, con alguna breve relación a cuestas ya, hice otra cosa de la que tampoco me enorgullezco con una estudiante erasmus. Creí que ella tenía algún interés en mí, y un día que estábamos de cervezas en un bar… le toqué el culo, por aquello de —creía yo— acelerar las cosas. Sobra decir que no funcionó. Sobra decir que me sigo sintiendo gilipollas y, aunque pueda haber una cuestión de inexperiencia, eso no es excusa para la falta de límites, acoso, poco respeto y educación…

No sé cómo lo vivió ella, la verdad, porque nunca lo hablamos, pero a mí ese episodio me sigue dando vergüenza quince años después. (Y el otro , y van veinticinco.)

Si pudiese, me disculparía con las dos, y con mucha otra gente también.

Supongo que es más fácil correr un tupido velo que responsabilizarse. Es más sencillo creer que los tóxicos son los demás, los que se equivocan, los que te tienen manía. Pero también es inverosímil de cojones. El tóxico también eres tú, más a menudo de lo que te gustaría. A veces, porque eres un niñato imberbe, otras porque no encajas con otras personas, sean amigos, familia o pareja. Hoy día, cuando conozco a otra persona, intento respetar los tiempos de una relación (por aquello de no ser un fuckin’ psycho), pero siempre soy sincero y directo. Esa actitud, puede no gustar: es más, sé a ciencia cierta que, a menudo, no gusta, pero es tan válida como alargar amistades moribundas o pelar la pava ad eternum.

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Nunca he estado en una relación, del tipo que sea, donde lo que fallaba era uno u otro, salvo casos excepcionales, sino la suma de una serie de conductas, creencias o actitudes. ¿Hay gente que se comporta de forma tóxica? Por descontado. Hay gente con serios problemas que no sabe responsabilizarse, que maltrata a terceros, que hace gaslightning, o ghosting, o no acertaría responsabilidad afectiva ni en la Ruleta de la suerte. Pero me niego a reducirlo todo a personas croqueta y personas tofu-pocho. Vale más la pena aprender a seguir tu camino, a limitar el acceso de terceros a tu vida y, por descontado, a priorizarte. Luego, todo se ve más claro.

Nda: Las ilustraciones son de la artista Sako Asko. En Instagram, @SakoAsko. 

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